Educación y neoliberalismo
Claro, el neoliberalismo existe. Y tiene una agenda para América Latina. Paul Krugman
habla del "Consenso de Washington", que incluye no sólo al gobierno de los
Estados Unidos sino a todas las instituciones y grupos de trabajo, como el FMI, el Banco
Mundial, banqueros, ministros de finanzas y personalidades que se reúnen con frecuencia
en Washington y, colectivamente, definen la sabiduría económica convencional del
momento.
El neoliberalismo descansa sobre dos principios, mercados libres y moneda sana: haga
comercio libre, privatice las empresas estatales, equilibre el presupuesto público, ancle
la tasa de cambio y usted tendrá los fundamentos del despegue económico.
Sin embargo, los resultados no han sido los esperados, en crecimiento económico, en
exportaciones, etc; mientras que, por otro lado, la distribución del ingreso ha
empeorado, el desempleo se ha trepado a las nubes, y los pobres son mucho más pobres que
antes. El hundimiento del modelo mexicano fue elocuente al respecto.
Por estas circunstancias hay una crisis de confianza en el modelo. Sin embargo, las
reformas siguen una tras otra, en todas partes de América Latina, como si el problema no
fuera el modelo mismo sino la fidelidad hacia el modelo.
Y los actuales problemas, como el desempleo, son el producto del pasado: "(...) de
ninguna manera considero que las reformas económicas que hicimos han provocado esos
costos sociales. La alta desocupación que hay en Argentina es por el mal manejo de la
economía en los años 80 (...)", dice Cavallo.
El Banco Mundial, uno de los participantes del Consenso de Washington, también tiene
su agenda para la educación. La recomendación general del BM es reducir drásticamente
la inversión pública en la educación por medio de la privatización y la
reestructuración de los sistemas escolares, con el objetivo de desmantelar los remantes
del "Estado paternalista", de tal manera que los gobiernos sean capaces de
continuar con los pagos de la deuda externa.
POLITICAS PARA LA EDUCACION
En el documento "Priorities and Strategies for Education" (BM, 1995)
sobresalen las siguientes políticas generales para la educación:
1. Mejoramiento de la educación primaria, a través del desplazamiento de la
inversión pública en educación secundaria y especialmente universitaria hacia la
primera, con el fin de mejorar la cobertura ¿Por qué? "El gasto total en educación
en países de ingresos medios y bajos, a menudo, beneficia a los pudientes". Este es
el principio de la equidad. Y las altas tasas de retorno de la educación primaria sobre
la secundaria y
la universitaria, en la mayoría de los países en desarrollo sugieren que el
mejoramiento en las inscripciones y en la retención de la educación básica deben tener
la más alta prioridad". Este es el argumento de la eficiencia.
El problema con esta política es que no se puede ampliar el sistema primario si no se
mejora y se amplía el entrenamiento de los maestros, y "no se puede entrenar a los
maestros de manera separada, sin elevar los niveles educacionales y profesionales de la
sociedad entera". Sin embargo, en contradicción, "el Banco recomienda recortar
el número de maestros de primaria, al igual que los programas financiados por el
gobierno para su mejoramiento y educación".
2. Privatización del sistema escolar bajo las consideraciones de descentralización y
la modernización: "la privatización implica el abandono de la noción de servicio
público y su reemplazo por el de negocio que busca una ganancia. El acceso a los
servicios públicos no se considera más el derecho del ciudadano, sino que está basado
en la capacidad de pagar", o que genera desigualdades sociales porque sólo los
grupos más ricos pueden acceder al servicio. Por otro lado, la descentralización se
enfoca sobre la implementación del programa y no sobre el diseño del programa y el
objetivo no es la democratización de los servicios sociales sino el logro de una mayor
eficiencia en el uso de los recursos escasos.
En resumen, existe una política de modernización neoliberal de la educación, montada
sobre la privatización del sector y la menor presencia del gobierno, no sólo en la
gestión y prestación del servicio, básico para las familias y el Estado sino también
en el gasto, siempre escaso e insuficiente. Se espera mayor eficiencia en el uso de los
recursos y, por lo tanto, una cobertura mayor.
Por Guillermo Maya Muñoz